DOMINGO 2-11-2025: LA GAVIOTA ( obra de teatro propuesta para ver por Ana H.)

DÓNDE: Teatro San Martín, Sala Casacuberta - Av. Corrientes 1530 - CABA

FUNCIÓN: domingo 2 de noviembre a las 19.30 hs

DURACIÓN: 110 minutos

ENCUENTRO: a las 19.00 hs en el lateral de escalera de PB frente a boletería

ENTRADA. $ 17.000,00   

Jubilados los domingos 50% de descuento: $ 8.500,00

https://complejoteatral.gob.ar/ver/la_gaviota

Mi ubicación Fila 5 Butaca 14



La Gaviota de Antón Chéjov

SINOPSIS:  “…estoy escribiendo una obra de teatro que seguramente no terminaré hasta finales de noviembre. Disfruto mucho haciéndolo, aunque tengo que luchar contra las leyes escénicas. Es una comedia, tres papeles femeninos, seis masculinos, cuatro actos, un paisaje (una vista sobre un lago), muchas conversaciones sobre literatura, muy poca acción y diez toneladas de amor’”, recuerda Rubén Szuchmacher cómo describe Antón Chéjov, en 1895, su proyecto sobre La gaviota. Estrenada en 1896, La gaviota –una pieza que, solo en apariencia, trata sobre los conflictos románticos y artísticos de un puñado de personajes de distintas generaciones–, es una de las obras cumbre en la historia del teatro, y uno de los puntos más altos en la carrera de cualquier artista dedicado a la tarea teatral.

Traducción: Alejandro Ariel González

Versión: Rubén Szuchmacher, Lautaro Vilo

Dirección: Rubén Szuchmacher

Elenco: Muriel Santa Ana, Diego Cremonesi, Juan Cottet, Carolina Kopelioff, Vando Villamil, María Inés Sancerni, Mauricio Minetti, Pablo Caramelo, Carolina Saade, Diego Sánchez White, Fernando Sayago, Alejandro Vizzotti, Jimena Villoldo 

Servidores de escena Bruno Cardoso, Andrés Martínez, Rodrigo Martínez, Cristian Muños, Ignacio Cardoso, Juan Ignacio Pulido

Las actrices Carolina Kopelioff y Carolina Saade y los actores Juan Cottet y Diego Sánchez White fueron seleccionados de entre 32 participantes del Taller-Laboratorio Chéjov dictado por el director Rubén Szuchmacher y con la participación de la actriz Muriel Santa Ana, la coreógrafa Marina Svartzman y la producción del CTBA, realizado en el Teatro San Martín entre el 18 y el 23 de abril de 2025. Agradecemos a todos los actores y actrices que participaron de dicho taller-laboratorio la confianza brindada al proyecto.

FICHA TÉCNICO-ARTÍSTICA

Dirección Rubén Szuchmacher

Traducción Alejandro Ariel González

Versión Rubén Szuchmacher, Lautaro Vilo

Diseño de escenografía y vestuario Jorge Ferrari

Diseño de iluminación Gonzalo Córdova

Música y diseño sonoro Jorge Haro

Diseño de movimiento Marina Svartzman

Asistencia de dirección Pehuén Gutiérrez

Asistencia de escenografía y vestuario Florencia Tutusaus

Grabación musical y colaboración creativa Cecilia Quinteros (violoncello), Alex Elgier, Jorge Haro (piano)

Equipo CTBA

Coordinación de producción Gustavo Schraier, Constanza Comune Páez

Asistencia de producción Verónica Parizzi 

Coordinación de producción técnica Pedro Colavino

Coordinación técnica de escenarios Rosana Rodríguez, Ana María Converti, Verónica Spuler

Coodinación de talleres de realización escenográfica Muriel Giménez

Coordinación de talleres de vestuario Camila Ferrín

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Excelente espectáculo, muy recomendable. Son dos horas de emociones, algo de humor y un drama de familiar. Excelentes actuaciones de actores consagrados y de lo nuevos también. Muy buena escenografía donde vemos a los técnicos montar y desmontar sobre el escenario, con un fondo de ruido de martillos y máquinas. Hermoso el vestuario. Muriel Santa Ana brilla como la gran estrella del elenco y en cada aparición despierta risas y aplausos, no por el humor, sino por la fuerza y el cinismo de su Irina Arkadina, una mujer venenosa y posesiva. Diego Cremonesi encarna con acierto a Boris Trigorin, escritor célebre pero vacío de propósito. Juan Cottet, joven promesa, da vida a Konstantín Tréplev con frescura y dramatismo, llevando con naturalidad los grandes clichés del teatro ruso. Sus escenas junto a Santa Ana son de las más intensas. 
La Gaviota de Rubén Szchumacher condensa lo mejor del teatro ruso: presencia, melancolía y el eterno conflicto entre lo clásico y lo moderno, entre el arte y el ego. La Butaca Web. 












4 comentarios:

  1. Opinión de Juan Carlos Fontana para La nación Diario: MUY BUENA
    La gaviota, un clásico siempre vigente, para dejarse sorprender.
    La gaviota, en versión de Rubén Szuchmacher y Lautaro Vilo, exige sentarse cómodamente en la butaca y ponerse en modo “zen”.
    El director y su equipo pintaron esta puesta de Chéjov con colores sobrios y palabras exquisitamente pensadas, de acuerdo con lo que exige esta comedia dramática.
    Su versión escénica invita al público a disfrutar de un espectáculo en el que la insatisfacción, la desdicha y melancolía de lo que fue otra vida ata a los protagonistas a un presente en el parecen esperar no se sabe qué. Pero a su vez no dejan de azuzar al o los otros con improperios teñidos de una sorna burlona, que se vuelve irritante por lo repetitiva. Eso en parte sucede en la conflictiva relación entre la protagonista, la gran Irina, y su hijo Konstantin, quien provoca un desenlace que dejará más estupefacto al público que a los personajes, quienes continuarán jugando a las cartas en medio del apacible clima de esa finca rural de la Rusia, se presume, del 1800.
    De esta pieza se ha dicho que tiene mucho de Hamlet. Porque a Konstantin, el hijo, aspirante a dramaturgo y a director que vive una relación amor-odio con su madre, regada por la mujer con desplantes de los que luego se arrepiente, le gustaría que su madre deje a su amante, Trigorin, un “vividor”, que sueña con sus propios desvaríos poéticos y se termina enamorando de Nina, la actriz y aspirante a novia de Konstantin.
    De modo que sobre esos cuatro personajes gira esta historia, que Chéjov, médico y escritor, estrenó en 1896 en San Petersburgo con escasa suerte, y luego en 1898, en el Teatro de Arte de Moscú, dirigida por el gran Stanislavski, convirtiéndola en un éxito.
    Clase media alta rural, con sirvientes que sufren y se sienten culpables por pavadas y temen que la señora los pueda reprender como a niños; y adultos, que se dejan servir y juegan a ser señores y señoras cuyas frustraciones los terminan convirtiendo en resentidos y egoístas; que se creen sus propios engaños mientras el resto los escucha en silencio; La gaviota es una pieza para dejarse sorprender. No deja de ser placentero ver a estos personajes como si se observaran en un espejo en el que no logran comprender los porqués de sus desdichas,inmersos en ese mar tan exuberante de un egocentrismo desorbitado.
    Como ya dijimos, Szuchmacher pinta con acierto, como en un gran friso, a estos personajes, a veces con matices de un color algo lúgubre que parece asemejarse a la vida de estos seres frustrados en sus más insignificantes deseos.
    La puesta en escena se desliza como en un estado de pausa, de palabras que es necesario escuchar porque están inmersas, ex profeso y muy bien pensadas e imaginadas, en una constante de melancolía grisácea. Se destaca un color, pero el ritmo es casi de quietud, con alguna leve exaltación, con excepción del final, cuando todo se precipita y son los personajes de Konstantin y de Nina los que estallan en el espacio escénico.
    Un error de los adaptadores es haber extendido en demasía el texto final de Nina, lo cual provoca que la escena de lo que sucede con Konstantin quede un poco desvalida.
    La Irina de Muriel Santa Ana, por indicación del director, se yergue como un ser disgregado. Ella es un manojo de frustraciones e iras contenidas. Es ella la que incita a la tragedia con su narcisismo y termina convirtiéndose en una Sara Bernhard decadente y pusilánime. Muriel Santa Ana se mueve en este protagónico con la maestría de la gran intérprete que es. A su lado, el lunático y acomodaticio Trigorin, cuenta con la bien dibujada interpretación de Diego Cremonesi.

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  2. ¿Qué significa la gaviota en la obra de Chéjov? - Redacción Clarín
    El ruso Anton Chéjov fue un destacado escritor, dramaturgo y médico ruso del siglo XIX, considerado uno de los principales innovadores del teatro moderno, con obras híper reconocidas como "El jardín de los cerezos", "Tío Vania", "Las tres hermanas" y "La gaviota", entre otras. ¿Qué significa esta última en su obra?
    Nacido en 1860, Chéjov murió a causa de la tuberculosis en 1904, a la corta edad de 44 años. Es reconocido por su estilo literario, el cual se lo asocia con el realismo y el naturalismo. Sus obras se caracterizan por la sutileza, la profundidad psicológica de sus personajes y la exploración de la vida cotidiana.
    Revolucionó el teatro al alejarse de las estructuras dramáticas tradicionales y centrarse en la atmósfera, los personajes y los subtextos. Tal como consigna la revista National Geographic, Chéjov dedicó muchos años "a experimentar con el teatro, tanto con obras cortas como más largas, mientras seguía publicando colecciones de relatos cortos".
    Según relatan, al principio tuvo una relación complicada con el teatro, ya que el mayor problema fue que el público no estaba acostumbrado a su estilo, y lo consideraban aburrido o demasiado pesado. Tal fue el caso de La gaviota, que es una de sus obras más famosas, pero que en su momento fue un rotundo fracaso cuando se estrenó. "La primera noche en que se presentó La Gaviota el 17 de octubre de 1896 en el estatal Teatro Aleksandrinski de San Petersburgo fue un desastre, abucheada por la audiencia", se destaca en Wikipedia. Luego todo eso cambiaría.
    ¿Qué significa la gaviota en la obra de Chéjov?
    Según recoge la enciclopedia online más consultada, Wikipedia, La gaviota "es una pieza teatral en cuatro actos de Antón Chéjov escrita en 1896; es la primera de las que son generalmente consideradas las cuatro obras maestras del dramaturgo y escritor ruso". Y sigue: "Se centra en los conflictos románticos y artísticos entre cuatro personajes: La ingenua Nina, deseosa de triunfar en el teatro, la anteriormente gloriosa actriz Irina Arkádina, el dramaturgo experimental Konstantín Tréplev, hijo de Arkádina, y el famoso y curtido escritor Trigorin".
    Según asegura el resumen, como el resto de los dramas de Chéjov, La gaviota depende de un bien formado elenco de diferentes y bien desarrollados personajes. En oposición a muchos melodramas teatrales del siglo XIX, escabrosas acciones (como el suicidio o intento de suicidio de Tréplev) suceden tras bastidores. Los personajes tienden a hablar en circunloquios alrededor de un tema, en lugar de discutirlo expresamente, un concepto conocido como 'subtexto'.
    "La obra tiene una fuerte relación con el Hamlet de Shakespeare", resume. La gaviota es una obra sobre la representación. Chéjov recrea la escena de los cómicos de Hamlet pero la despoja de toda épica. El animal gaviota en La gaviota es un símbolo central y polivalente que permite múltiples interpretaciones.
    En un nivel básico, representa las aspiraciones, la libertad y los sueños de los personajes, especialmente de Nina, quien se identifica con la gaviota. Al mismo tiempo, la gaviota puede simbolizar vulnerabilidad, sacrificio y tragedia, ya que en la obra hay una escena clave en la que Konstantín mata una gaviota y se la entrega a Nina, lo que presagia las relaciones tóxicas y los desenlaces amargos.

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  3. GEOTEATRAL OPINA:
    Cuenta la historia de un grupo de artistas que debaten sobre el arte, el éxito y el fracaso, a lo cual se suma su forma incorrecta de amar. Por un lado, está Konstantin, un joven buscador de nuevas formas del teatro que está enamorado de Nina, una muchacha cuyo mayor deseo es ser actriz. La propia madre de Konstantin, Irina, lo es y está en pareja con un escritor famoso, Trigorin. Se encuentran en el campo, donde los acompañan el hermano de Irina (Sorin) y otros vecinos, como el médico, Masha y sus padres (empleados de la finca) y el maestro. La pieza, catalogada por su autor como comedia, está dividida en cuatro actos.
    Con traducción de Alejandro Ariel González y versión de Szuchmacher y Lautaro Vilo, el texto es fiel al original. Así, la poesía del escritor ruso está intacta y resulta placentero y contundente escuchar textos como “cuando pienso en mi vocación, no le tengo miedo a la vida”. A lo que se agrega la contemporaneidad de sus temáticas, como el paso del tiempo, el aburrimiento, el lugar que ocupan los artistas, entre otras. En sus escritos, Chéjov mostraba a sus personajes al desnudo, con sus vulnerabilidades, sus sueños y su particular humor. La obra empieza como una comedia y los espectadores acompañan con risas, quizá de identificación o de lástima. Sin embargo, a medida que la trama avanza, y con la aparición de la gaviota asesinada por Konstantin como punto de inflexión, todo se ensombrece. La gaviota, como símbolo de la inocencia, de la pureza, es uno de los tantos símbolos que hay. Otro podría ser el del telón del teatro del comienzo, que resulta una metáfora de la importancia del quehacer escénico en la actualidad.
    El elenco está encabezado por Muriel Santa Ana, en una demostración de sus dotes interpretativos que le permiten transitar la comicidad, el drama en la relación con el hijo o la ternura con el hermano. Para los roles juveniles se convocaron a audiciones, de las que quedaron elegidos: Carolina Kopelioff (Nina), Juan Cottet (Konstantin), Carolina Saade (Masha) y Diego Sánchez White (maestro). Kopelioff da con el fisic du rol de Nina, inocente y carismática. Mientras que Cottet logra mostrar el derrumbe de su personaje, causado por la falta de cariño. Por su parte, Saade realiza un trabajo corporal y vocal volcado a la parquedad y al arrastre de las palabras. Vando Villamil aporta importantes dosis de humor con su Sorin. Completan el equipo Diego Cremonesi (Trigorin), María Inés Sancerni, Mauricio Minetti, Pablo Caramelo, Fernando Sayago, Alejandro Vizzotti y Jimena Villoldo.
    El ensombrecimiento que sienten los protagonistas se refleja en ciertas características de la puesta. Desde el vestuario, los colores terminan por teñirse de negro. La escenografía también sufre modificaciones, al cerrar sus paredes hasta ahogar a sus personajes. En cuanto a la iluminación, posee cambios imperceptibles, especialmente para momentos como el del monólogo de Trigorin.
    La gaviota es una pieza que refleja cuestiones humanas, como los amores no correspondidos o la frustración. Es una oportunidad para (re)pensar sobre el amor y para eso quizás ayude lo que alguna vez Chéjov escribió como nota: “No hacemos más que hablar y leer sobre el amor pero, nosotros mismos, amamos poco”.
    Candelaria Monzón (en Instagram: cande_monzon) 26.octubre.2025


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  4. OPINIÓN de Germán A. Serain
    Chéjov plantea una situación que en principio puede parecer anecdótica, aunque a partir de ella se irá tejiendo el drama. Porque entendemos que se trata de un drama trágico, incluso cuando el propio Chéjov se haya referido a La gaviota en términos de comedia. Tenemos a un joven dramaturgo, de cierto talento: Konstantín Triéplev, quien planea mostrar su nuevo trabajo en un improvisado teatro a orillas de un lago, en una villa de descanso, ante un grupo de familiares y conocidos.
    Dos personajes serán particularmente importantes entre estos espectadores. En primer lugar, su madre, la famosa actriz Irina Arkádina, quien demuestra una particular inclinación a ser siempre ella el centro de atención. Luego, un afamado escritor, Boris Trigorin, quien no solo ocupa el lugar al cual Konstantín quisiera acceder, sino que además mantiene un amorío con Irina. La gaviota fue estrenada en 1896, pero son muy evidentes las resonancias psicoanalíticas que anticipa su trama.
    Hay un cuarto personaje central: la joven Nina, por quien Konstantín manifiesta un claro interés romántico. Ingenua y deseosa de triunfar como actriz, incluso en contra de los deseos de su familia, ella es la encargada de representar la obra de su pretendiente, que será incomprendida y ridiculizada por el grupo, en particular por Irina y Trigorin. Como en un perverso juego de espejos, Nina buscará imitar el éxito que supo tener Irina y para ello se dejará seducir por Trigorin, precisamente ese adversario artístico cuyo renombre desearía para sí Konstantín.
    También está la gaviota del título, por supuesto, que es ese animal que en un momento dado puede parecer majestuoso, para pasar al momento siguiente a ser algo sin ninguna relevancia particular, pasible de ser asesinado sin que medien razones ni remordimientos, algo que puede ser descartado como una auténtica nada. La gaviota es la metáfora. Cualquiera de nosotros podría ocupar ese lugar. La indiferencia de los demás, los desencuentros, o en última instancia el paso del propio tiempo, verán que lo ocupemos, más temprano que tarde.
    Lo que más parece importarle a Chéjov es la intrascendencia que se oculta detrás del transcurso de los años. Mostrar el deterioro inevitable que el tiempo causa sobre las cosas y los seres. Por eso nos atrevemos a desmentir al autor en cuanto a calificar su obra no como comedia, sino como un drama, como una tragedia, vinculada al sinsentido esencial del devenir del tiempo.
    La puesta de Rubén Szuchmacher es impecable, al igual que todo el elenco, encabezado por una estelar Muriel Santa Ana como Irina, aunque para ser justos todos los actores se lucen en similar medida, también en los roles secundarios. Celebramos que el Complejo Teatral de Buenos Aires colabore en recuperar obras del gran teatro clásico con este nivel de calidad.
    Teatro dentro del teatro, la esencia de la obra de Chéjov acaso aparezca plasmada en parte del monólogo supuestamente escrito por Konstantín Triéplev, que Nina Zariéchnaia declamará dos veces, la primera en el escenario montado al costado del lago, y la segunda —años más tarde— ensimismada en una especie de déjà vu lindante con el extravío: «¡Gentes, leones, águilas y codornices! ¡Ciervos astados! ¡Gansos! ¡Arañas! ¡Peces silenciosos que poblaban el agua! ¡Estrellas del mar y demás seres que el ojo humano no alcanza a ver!… ¡Vidas todas, vidas todas, vidas todas, en suma, que giraron sobre un triste círculo y se apagaron! Hace ya mil siglos que la tierra no contiene ni un solo ser vivo, y que esta pobre luna enciende en vano su farol».
    El tiempo borra todos los rastros, parece decirnos Chéjov. Mientras nosotros seguimos sentados, persiguiendo la fama, evanescentes objetivos de trascendencia, mirando girar las ruedas, o las manecillas de los relojes.

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